El falso tour de La Manada es un ejemplo paradigmático de construcción mediática de la realidad, y de cómo esta genera polarización y crispación social.

Inicialmente fue un fake que pretendía criticar el sensacionalismo de los medios de comunicación. Durante tres dias ofreció un cebo (el falso tour), que los medios difundieron en masa sin contrastar, incluso después de que la web mutase para recoger el desmentido desde el tercer día. Pero en los meses siguientes este bulo inicial fue objeto de otros muchos bulos: el tratamiento erróneo de los medios disparó un proceso judicial, que a su vez puso en marcha la maquinaria del periodismo rápido de “cortapega”, añadiendo capas de desinformación sobre la acción original. Paradójicamente, lo que el bulo inicial pretendía demostrar.

Coordino este número de Homo Velamine, que recoge un minucioso análisis del caso.

Este acto ultrarracional es el rey desnudo que nadie quiere señalar, ya sea por ceguera ideológica o mediática. Destapa:

  • Que la abogada de la chica de La Manada hace una denuncia falsa.
  • Que la abogada de la chica de La Manada pone contra las cuerdas la libertad de expresión a cambio de la elevada cantidad de dinero que exige. Interpone una demanda penal, hecho siempre excesivo cuando se trata de un derecho fundamental, pero además lo hace con un artículo del Código Penal nunca antes usado para un caso de libertad de expresión, sembrando un peligroso antecedente.
  • Que el “Hermana, yo te creo”, fundamental en el caso de La Manada, puede ser un eslogan efectivo para dar seguridad a las víctimas de abusos, pero es nefasto al aplicarlo legalmente.
  • Que existe una estructura social y jurídica que baila al ritmo de las más abyectas propuestas mediáticas.
  • Que los medios construyen un muro de ficción solo ligeramente basado en la realidad que es muy difícil de superar para el espectador, incluso con los datos reales en la mano.
  • Que la izquierda identitaria, de la mano de la llamada prensa “crítica”, una vez que alcanza cierto nivel de poder, se vuelve tanto o más autoritaria que la derecha.
  • Que el sentimentalismo y la autocomplaciencia que conectan todos los puntos anteriores acaba restringiendo, ante el aplauso del público, derechos fundamentales como la presunción de inocencia, la libertad de expresión o la tutela judicial efectiva.

Sé que algunas de estas conclusiones son difíciles de asumir. Mi recomendación es abordarlas suspendiendo la incredulidad de un modo inverso al del cine: tenemos que anular temporalmente el relato mediático para poder leer en profundidad los detalles del caso y darnos cuenta de la ficción que ha construido.

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